Pedir permiso es un signo de debilidad y cuanto más violento, más macho. Estos suelen ser ser algunos de los preconceptos con los que crecen la mayoría de los varones del mundo. La estructura del macho ancla sus valores en la violencia y la supervivencia del más fuerte mientras que lo sentimental y empático, en la repartija de cualidades, les toca a las mujeres.
El asesinato de Fernando Báez Sosa, joven de 19 años a la salida de un boliche en Villa Gesell en manos de un grupo de rugbiers, abrió un debate clave a la hora de desarmar y combatir la violencia de género. Si bien Fernando era un varón y este tema, pareciera, tener poco que ver con este tipo de violencia, está directamente relacionado. El análisis ante este brutal asesinato gira en torno a la cultura del rugby y sus consecuencias, pero el transfondo toca otro aspecto clave: la matriz del macho dominante.
La masculinidad tóxica, concepto que los feminismos analizan, debaten y repiten hace décadas, se acomoda en los medios de comunicación y en las redes sociales. Así como a las mujeres les caben los dotes de belleza, simpatía, amabilidad y ternura, a ellos les toca la responsabilidad de sostener una estrutctura que demuestre fortaleza, rigor, agresividad y pragmatismo.
Aún así, el rugby se caracteriza por su hermetismo y rudeza ya que es un deporte de equipo y alto contacto. Es por eso que, luego de este hecho como tantos otros (este será el paréntesis más largo que seguramente leíste: sólo durante el 2019 distintos grupos de rugbiers golpearon a un hombre en estado de ebriedad; le rompieron la mandíbula a otro chico en una fiesta; filmaron sin consentimiento a distintas mujeres mientras tenían relaciones sexuales con ellas y difundieron las imágenes en grupos de whatsapp; atacaron y golpearon a un hombre indigente a la salida del SIC; violaron en manada a una chica en una fiesta y, en otra fiesta, violarona una menor de 14 años de edad entre otras cosas) se cuestiona desde los medios y las redes, el accionar y lo enseñado a la hora de jugar.
Para entender qué tipo de valores son los que existen dentro de deporte y analizar la violencia sistemática y el crímen del joven de 19 años, desde Filo.News hablamos con Lisandro Rodriguez Cometta, sociólogo, militante involucrado en cuestiones de géneros y masculinidades y ex jugador de rugby.
Ante las acusaciones y repudio por lo sucedido, las redes sociales se llenaron de mensajes que intentan defender a este deporte. El hastagh #NoManchemosAlRugby refuerza la postura de que no es el rugby en particular sino que es la sociedad en general. Para Liso, construir un estigma al rededor de este deporte no es el camino. “Un homicidio debe necesariamente investigarse en profundidad y no creo que pueda encontrar una explicación únicamente en el rugby, sus entornos y/o valores”, sostiene.
El ex jugador sostiene que si bien enseña técnica y potencia colectiva, no te adoctrina para matar. “La utilización de la violencia para lastimar a alguien no es parte de lo que que podríamos denominar como los valores instituidos y explícitos de este deporte. Entre los que sí encontramos la incitación a la fuerza, a la técnica y a la potencia colectiva para doblegar al rival, para ser superiores, para demostrar el propio poderío es pos de una victoria”, explica el ex jugador y agrega: “La pregunta interesante aquí es ¿Qué es lo que sucede cuando estos valores exceden el límite de la cancha, en la que hay delimitadas reglas y sanciones hacia el juego peligroso, el juego sucio y la indisiciplina? Y la respuesta es preocupante. La respuesta es Fernando Baez Sosa”.
El por qué del exceso es tal vez una de las claves. La impunidad de estos actos pareciera estar relacionada con la clase social que este deporte representa. Son, en su mayoría, hombres blancos, cis heterosexuales y adinerados quienes lo practican y no hay en esta sociedad patriarcal varones con más privilegios que estos.
“Creo que es indispensable que este problema sea situado y asumido dentro del mundo del rugby como una cuestión a trabajar que no puede resolverse solamente con comunicados y medidas de expulsión ante hechos consumados. Es necesario propiciar espacios de reflexión sobre estas cuestiones”, sostiene Cometta y especifíca: “El rol de quienes son entrenadores en lo deportivo y formadores en términos culturales e identitarios es fundamental. De nada servirán instancias de sensibilización con profesionales en estas temáticas si en la cotidianeidad del rugby no se problematiza la violencia y la utilización de la fuerza y el golpe, ‘fuera de la cancha’, como forma de dirimirse con otros grupos y personas. La incitación a la fuerza para someter y doblegar a un adversario tiene que poder ser estrictamente circunscripta al deporte, a los cuatro márgenes de la cancha de rugby”.
Por su parte, la Unión Argentina de Rugby (UAR), emitió un comunicado sobre los hechos en donde habla de “fallecimiento” y no de un homicidio calificado, remarca que se reforzaran las capacitaciones en los clubes para un accionar efectivo en contra de todo tipo de violencias y separa al deporte de los jugadores. “Nuestro juego convive con el contacto físico desde muy temprana edad, pero siempre dentro de un claro reglamento. Quienes no lo entiendan de esta manera y usan su fuerza física en detrimento de otro no representan nada del rugby ni sus valores. Son la cara más cruel de un flagelo que atañe a toda la sociedad”, reza el comunicado.
Pero ellos no crecen aislados. Se crián y viven dentro de un sistema que los adiestra con rigor y que celebra esas pulsiones de muerte, por ejemplo, priemiando al más rudo de la clase con idolatría y sumisión. El rugby es un deporte ejercido por varones pero dentro de un mundo que les enseña que la utilización de la fuerza es la herramienta masculina por excelencia.
“En lo que hace falta tomar cartas sobre el asunto tiene que ver con la cantidad de acontecimientos y prácticas de violencia que involucra a grupos de varones de este entorno. Ahí no se puede mirar para un costado. Hay que superar esta necesaria etapa de análisis de esas violencias por parte de una sociedad movilizada por el feminismo y las cuestiones de género para ensayar respuestas y posibles soluciones a este problema”, sugiere el ex jugador.
En nuestro país muere una mujer cada 28 horas en manos de un varón violento y un 98% de de los casos de abuso sexual son perpetuados por hombres. La mayoría de los cuentos, películas, dibujos animados y consumos mainstream continúan dando mensajes sexistas y amalgamando con estos preconceptos al varón violento de mañana.
Si bien insuficientes, las capacitaciones y también este tipo de debates, sirven. La tarea es desarmar esa masculinidad tóxica que es, básicamente, el principal problema y los hijos sanos del patriarcado víctimas y victimarios de sus propias exigencias.
“Es necesario explicitar valores que no inciten a la violencia sino que la impugnen. Por ejemplo, desde mi propia vivencia en ese ambito me animo a decir que el hiper desarrollo de la fuerza, recurrir permanentemente al valor a la ‘hombría’ para resaltar la potencia, el corporativismo grupal que se genera en estos entornos y la no problematización de los consumos en exceso arman las partes de un vehículo muy propicio para construir masculinidades violentas”, finaliza Cometta.
FUENTE: FILO.NEWS