“¿Le cuido el auto señor?”. “¿Te lo miro capo?”.“¿Amigo el auto?”. O “Doña ¿le pego una miradita?” son algunas de las constantes que aparecen cuando uno va al centro. Sin importar el modo en que se formulen, el respeto o el exceso de confianza, algunos se ponen incomodos ante este tipo de situaciones, aunque para otros el tema parece no importarles. Lo cierto es que los cuidadores de autos o “trapitos” cada vez ocupan más cuadras del centro de San Juan, están de día y de noche, algunos controlan las cuadras y definen las pautas a seguir cual “kapanga” del barrio. Están en los estadios, los recitales o cualquier evento público. No todos los quieren, tampoco son pocos los que le brindan su afecto y les dan una mano invitándoles un café de tanto en tanto, o abriéndoles la canilla del agua para que puedan lavar los autos. Están inclusos los que les dejan la llave del auto para que se los limpien por el interior. Como dice el buen dicho “hay de todo en la vid del señor” y son varios los mitos y verdades que se hablan al respecto en el mundo de los que se dedican a cuidar autos.
Como oficio o como excusa para realizar otra actividad fuera de ley, con tarifa excesivas o precio a voluntad del cliente, con problemas vecinales y la policía, o con una relación armoniosa con la comunidad, con coimas a empleados o con un trabajo limpio, hay varias realidades en el mapa de los trapitos que cada vez ocupa más dimensiones en el centro local.
Es por eso que en esta primera parte del presente informe vamos a enfocarnos en los principales interrogantes que tienen los automovilistas cuando le dejan el auto a un cuidacoches. Pero antes, es importante aclarar que son varios los trapitos que prefirieron no salir en cámara por evitar prejuicios sociales o agresiones por parte de quienes no entienden su trabajo, como así también es menester decir que mientras en unos existen actitudes reprochables que van hasta las amenazas, en muchos existen valores bien marcados en respeto y cordialidad, lo que es muy bien visto por los vecinos que comparten la cotidianidad con estos personajes y apuestan a incorporarlos en sus vidas.
A todos nos pasó escuchar en alguna que otra ocasión los disgustos de un automovilista amigo o familiar, que por no pagarle en debida forma a un “trapito” tuvo algún inconveniente no deseado. Desde una pinchadura de goma, una agresión física o verbal, o la ralladura costosa en la pintura del auto, todos entran en los flagelos más típicos que a más de uno le pasó. En mi caso recuerdo que cuando estaba en la escuela secundaria una profesora nos contó a todos los alumnos que había tenido un problema con un “trapito” que era conflictivo, ella decía que no le quería dar plata porque no lo consideraba un trabajo, y una tarde cuando volvía a su casa y estacionaba el vehículo como de costumbre, una de las ruedas se desprendió, por suerte estando estacionado, pero que de todas maneras alarmó a la maestra y esa misma tarde nos dijo que nos dejaba de enseñar porque tenía miedo de lo que pasó.
Según Arturo Aubone (45) un cuidador de autos que trabaja cerca del Fuero de Flagrancia hace un poco más de 15 meses asegura que “los daños para mí son un mito, yo nunca he visto a la policía que se lleve a alguien, además aquí está todo lleno de cámaras, pero por más que no hubiese cámaras yo soy católico y Dios todo lo ve y yo tengo una familia atrás, yo vivo de esto y no pienso arriesgar todo por una pavada así”.
Otro de los trabajadores es Enrique Navarro (57), un hombre que trabaja hace 30 años como cuidador de autos en distintas partes del centro. En su momento incluso estuvo dando sus servicios cerca de la plaza 25 de Mayo cuando el sistema ECO no era una realidad. Según Enrique “en todos estos años he visto de todo, la calle es así, hay tanto buenos como malas personas, en mi caso yo habló por mí que nunca he tenido ningún problema con algún cliente, sino no podría andar tranquilo por la calle, pero sí por comentario te llegan las quejas de gente a la que le hacen daño por no pagarles” sostuvo.
Por su parte Jesús Galaz (36) tiene 8 años como trapito, él dice que “no todos los trapitos somos lo mismo, pero de que las hay las hay, hay trapitos que son muy atrevidos con la gente porque no les dan una propina” afirma.
Otra de las cuestiones que tiene tantas versiones como realidades es saber ¿Cuánto cobran los trapitos? Según Juan Saldivar (30) un cuidacoche de la calle Maipu afirma que “por día me hago 500 pesos, si sale limpiar un auto por ahí un poco más, yo además estoy en otro trabajo y ahí completo un sueldo básico, pero es importante aclarar que acá nosotros no tenemos una tarifa, sino que el cliente viene y nos da lo que puede por voluntad, y nosotros respetamos eso”.
“Hay trapitos que tienen prepotencia, en nuestro caso que somos 10 no ponemos tarifa porque esto es la calle y en la calle es libre de estacionar, por eso nosotros jamás ponemos un precio” sostuvo otro de los Saldivar que trabaja a pocos metros de donde se encuentra su hijo.
No ocurre lo mismo cuando hay un evento deportivo o alguna congregación de gente en lugares públicos, como tampoco es la misma metodología con los trapitos que trabajan de noche en los boliches. En estos casos muchas veces existe una tarifa y ronda en los 100 pesos o más. En estos lugares los que se encargan de controlar a los conductores muchas veces se manejan con una actitud de índole patotera y no la dudan si tienen que ejercer violencia con quienes se quejan por el precio de la tarifa.
Las peleas entre trapitos también son frecuentes en estos ámbitos donde se disputan cifras altas de dinero. En dialogo con Tiempo de San Juan, uno de los cuidadores de auto que trabaja para los eventos que suceden en el Estadio del Bicentenario, el Estadio Aldo Cantoni o en el Centro de Convenciones sostuvo en off the record que “en una buena noche te haces una 4 luquitas tranquilo, porque le pones la tarifa y si no te la quieren pagar se tienen que ir, aparte en la noche vos viste cómo es, puede pasarle cualquier cosa al auto y nadie se va a hacer cargo, yo con hacer tres o cuatro eventos estos al mes estoy hecho” afirmó y agregó que “para trabajar acá tenes venir y hablarlo con el que está a cargo, él te autoriza si podes o no, pero yo como tengo la mejor con el chabón nunca he tenido problemas, ahora con los otros hasta ahí nomás porque hay muchos que son atrevidos y van y te cobran el cliente que vos estuviste cuidando”.
En tanto que los problemas con la policía, con los empleados municipales que controlan o hacen el visto bueno, o con los mismos vecinos también se dan escenarios diferentes. No todos quieren dar su testimonio con nombre y apellido. Algunos de los trapitos consultados aseguraron que en su momento hubo empleados municipales que le pedían coimas por permitirles lavar los autos en la calle. Otros como el caso Juan Carlos Saldivar (47) afirmó que “los vecinos están contentos con nuestra presencia, de hecho ellos a veces también nos dan empleos como limpiarle el fondo, podar o alguna que otra changuita, aparte también nos dicen que estas calles ahora son más seguras porque nos ha pasado que hemos tenido que corretear alguno que otro que se quiere hacer el vivo” sostuvo Saldivar que lleva varios años trabajando.
Muchos a estas alturas se preguntaran ¿Por qué siguen trabajando los “trapitos” si por ordenanza municipal están prohibidos en la Capital de San Juan? Incluso desde que se instaló el sistema de estacionamiento controlado (ECO) en 2009, se han producido muchísimos casos de cuidacoches que fueron aprendidos por la policía porque la ordenanza vigente prohíbe el cuidado y el lavado de autos en la vía pública de la Capital. “Yo tengo 4 contravenciones y me trataron como un delincuente cuando yo solo quiero trabajar” sostuvo Saldivar padre, y agregó que “esto lo hago porque realmente nadie, pero nadie me da trabajo y a mi edad es muy difícil conseguir algo” afirmó el hombre que pronto cumplirá los 50 años.
En cuanto a la realidad cotidiana, el agente del ECO no tienen la función de cuidacoche, ni la Municipalidad tiene responsabilidad por los delitos que pudiera haber relacionados con vehículos estacionados, pero muchos ciudadanos se quejan porque así como asumen el gasto del ECO, también se quejan cuando las autoridades no toman cartas en el asunto.
También hay que decir que la simple presencia de los agentes de ECO muchas veces sirve para disuadir los “trapitos”. Pero el mapa del centro no termina a las pocas cuadras de la plaza central. En las afueras ocurre otra cosa, hay cada vez más “trapitos” productos de los resabios de la crisis, y varios, incluso personas grandes que trabajan de manera honesta terminan demorados en las comisarías, o son sometidos a averiguación de antecedentes de una manera agresiva para ellos. Lo mismo ocurre con quienes utilizan el oficio de trapito como excusa para asociarse a actividades delictivas con organizaciones de tinte mafioso, pero lo cierto es que la ley los deja libres a las pocas horas, y todo vuelve a ser como que acá no pasó nada.