El comienzo de esta breve historia se remonta a fines de 2010. Durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, y en el año del bicentenario de la Revolución de Mayo, se declaró al vino como la Bebida Nacional de Argentina por medio del decreto número 1800, con fecha 24 de noviembre. Más tarde, en julio de 2013, el Congreso de la Nación convalidó esta iniciativa con la Ley 26.870. ¿Para qué hicieron esto? Resumiendo, para reconocer los siglos de historia de la vitivinicultura en nuestro país, promover su desarrollo y fomentar la exportación.
Casi un lustro después, en septiembre de 2017, el Ministerio de Agroindustria dio a conocer su resolución 253-E/2017, a través de la cual, en el marco de un plan de acción para la promoción del vino argentino, determina que el 24 de noviembre sea el “Día del Vino Argentino Bebida Nacional”. Como es lógico, muchos decidieron abreviar el enunciado (que, siendo sinceros, está planteado medio raro) y llamar a la efeméride Día del Vino Argentino o Día de la Bebida Nacional.
La festividad es todavía joven y no está muy difundida, pero promete ser una celebración estable del calendario nacional y una excusa más para que las bodegas puedan dar a conocer sus vinos.