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1-¿Cuál es la versión resumida de lo que pasa?
En lo que al menos desde lo inmediato supuso la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el pasado viernes 2 de enero tuvo lugar un hito en la conflictiva agenda que Washington decidió mantener con la República Islámica de Irán.
En esa jornada se confirmó que Qassem Soleimani, comandante de la fuerza de élite Al Quds (“día de Jerusalén” en persa) de la Guardia Revolucionaria iraní fue asesinado en lo que el Pentágono confirmó como un ataque con drones dirigido por los Estados Unidos sobre las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad, capital de la República de Irak.
Soleimani fue una de las figuras más influyentes y populares de la República Islámica y una némesis, con algunas intermitencias propias a la política, de los Estados Unidos. A cargo de entrenar a las milicias chiítas en Irak, se convirtió en el principal proveedor de la influencia política iraní en su proyección regional.
Gestor de las políticas de apoyo al régimen sirio de Bashar al-Assad, clave en la relación con Hezbolá en el Líbano y estratega de los hutíes en Yemen, Estados Unidos mató a un héroe de culto, un símbolo.
Pero, como en palabras de Nietzsche, no hay hechos sólo interpretaciones, es que desde la administración Trump se entiende que Soleimani era un terrorista y que asesinarlo fue una acción defensiva que detuvo un ataque inminente sobre los intereses norteamericanos.
Ajeno a las motivaciones, lo cierto es que una nueva imprudencia de quien buscará ser reelecto el 3 de noviembre próximo, este ataque contribuye a profundizar la inestabilidad plena que Oriente Medio transita.
2-¿Pasó algo (más) desde entonces?
Sí. Quizás no todo lo excepcional que aquellos que transitan un monótono enero hubieran deseado, pero en espacio de dos días, los primeros condicionantes y respuestas al asesinato de Soleimani comienzan a tomar forma.
En primer lugar y en sintonía con lo ocurrido por el mes de septiembre con el ataque sobre las refinerías saudíes, el mercado petrolero experimentó una fuerte suba acorde al pragmatismo con el que el commodity fluctúa y con la particularidad de que un quinto de la producción petrolera global transita a través del estrecho de Ormuz, circundante al Golfo Pérsico.
El segundo punto a resaltar es la decisión del parlamento iraquí de expulsar a las 5200 tropas estadounidenses presentes en el país. Sobre esto dos aclaraciones: si bien la resolución presentada fue aprobada por unanimidad (170 a 0), lo cierto es que la crisis política que Irak transita llevó a que más de 150 legisladores no se presentaran en el recinto.
Lo que da pie a la segunda consideración que es que tras la renuncia del primer ministro Abu Mahdi al-Muhandis, el país transita entre fuertes movilizaciones (en alto por estos eventos), sin un reemplazo sobre el funcionario saliente y con el escenario propicio para que Estados Unidos argumente que se debe introducir un nuevo gobierno antes de que cualquier decisión iraquí sobre la expulsión pueda considerarse vinculante.
Por último, la primera decisión iraní, retomar y acelerar su programa nuclear: “La República Islámica de Irán pondrá fin a sus limitaciones finales en el acuerdo nuclear, lo que significa la limitación en el número de centrifugadoras”, afirmó el Gobierno en un comunicado el día domingo.
“Por lo tanto, el programa nuclear de Irán no tendrá limitaciones en la producción, incluida la capacidad de enriquecimiento y el porcentaje y el número de uranio enriquecido y la investigación y expansión”, punto que en palabras de su canciller, Javad Zarif, no descarta la posibilidad de nuevas negociaciones, pero sí implica un fuerte retroceso sobre lo conseguido. 3
3-¿Desde cuándo viene el problema?
Además de que hay una diferencia entre el pasado y la historia (lo primero responde a una sucesión de hechos inmodificables y lo otro es la apropiación que se hace de esos hechos para constituirse en el presente), a los efectos de este conflicto, la “versión corta” hace necesario pasar por alto cuatro décadas de intermitencias y trasladarnos al final de la administración Obama y la llegada de Donald.
Hace tres años cuando la administración Trump arribó a la Casa Blanca, las relaciones entre los Estados Unidos e Irán eran, en función a la particular historia compartida de estas naciones, cordiales.
En esto, la concreción del Acuerdo nuclear firmado entre la República Islámica de Irán y las potencias parte del G5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania) fue clave.
Sin embargo, la retirada norteamericana de este compromiso fue el punto de partida de un Presidente que desde el día 1 quiso reorientar sus compromisos estratégicos en Medio Oriente. Desde entonces, una continuada escalada de conflictos para nada aislados:
- Junio: Irán derribó un drón norteamericano
- Septiembre: misiles iraníes atacaron instalaciones de Abqaiq en Arabia Saudita, al tiempo que Estados Unidos aumentó las presiones económicas sobre Irán
- Octubre: milicias chiítas comenzaron a lanzar cohetes en las bases estadounidenses en Irak, llegando a matar a un contratista norteamericano en diciembre
- Diciembre: ataques aéreos estadounidenses golpearon cerca de una ciudad en la frontera siria. El saldo, 24 muertos y más de 50 personas heridas. Como respuesta, el 31 de diciembre, la embajada norteamericana en Bagdad es asediada.
Demasiado lejos en el tiempo parece quedar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos e Irán y el subsiguiente anuncio del por entonces presidente Barack Obama quien el 17 de Enero del 2016 se dirigiera al mundo dando a conocer las implicancias que la articulación de este plan de acción conjunta representaría.4
4-¿Las amenazas funcionan?
En esto nos concentramos en Irán porque, si bien es Donald Trump quien encabeza las amenazas, el hecho de haber concretado el (último) ataque lo pone en una situación de espectador.
Thomas Schelling, teórico de la guerra, habla de la amenaza y plantea algunos escenarios al respecto.
Que el el que hace la amenaza simula que cree erróneamente que sus gastos serán pequeños, o que, impulsados por ese error, seguirán adelante y cumplirán la amenaza o hasta incluso que los deseos de venganza serán tan fuertes que provocarán una absoluta indiferencia ante la perspectiva de sufrir cualquier daño.
Pero, y quizás este sea el caso que aplique al país persa, se puede también comprometer la propia reputación. Que un valor está en juego y, a su vez, que se encuentre ligado a actos secundarios que respalden la reputación y la viabilidad de la amenaza.
Lo cierto es que el comportamiento de la República Islámica en los últimos meses y a lo largo de su larga historia sugiere que es posible que no se apresure a tomar represalias.
Restará saber si los eventos de los últimos días se concretan y revierten esta teoría o bien, la conservan y los persas eligen pacientemente un enfoque que consideren efectivo. 5
5-¿Se viene la #terceraguerramundial?
No, ¿quiénes la pelearían? Lo que solemos considerar como guerra es un fenómeno que tomó parte en Europa entre los siglos XVII y XVIII, ligado íntimamente a la evolución del Estado moderno.
Sin embargo, la guerra, tal como la concebimos en la actualidad, está convirtiéndose en un anacronismo.
Mary Kaldor habla de las nuevas guerras, que si bien estas son consideradas de baja intensidad, la mayoría tienen repercusiones transnacionales de modo que la distinción entre interno-externo o local-global se vuelve más difícil, al tiempo que hay se da una relación contradictoria entre integración y fragmentación, homogeneización y diversificación, globalización y localización.
Por lo pronto, si bien restará saber la magnitud de la represalia iraní y su efecto derrame en la región, lo concreto es que la erosión de los avances en materia de control nuclear suponen un primer gran retroceso, para lo demás, restará esperar (y dejar Twitter por un rato).