Benedicto XVI, el Papa que hace casi siete años renunció al Solio pontificio, expresó en un libro su defensa del celibato sacerdotal en la Iglesia Católica en lo que parece ser un llamado estratégico para que el Papa Francisco no cambie las reglas de la Iglesia.
Benedicto escribió estos pensamientos en el libro “Desde las profundidades de nuestros corazones”, con el cardenal conservador Robert Sarah, de 74 años, un prelado guineano que encabeza la Congregación del Vaticano para la adoración divina y la disciplina de los sacramentos. Algunos extractos fueron publicados el domingo en el sitio web del periódico francés Le Figaro.
“El sacerdocio de Jesucristo nos hace entrar en una vida que consiste en ser uno con él y renunciar a todo lo que nos pertenece”, escribieron los autores. “Para los sacerdotes, este es el fundamento de la necesidad del celibato, pero también de la oración litúrgica, la meditación en la Palabra de Dios y la renuncia a los bienes materiales”.
“Es urgente y necesario que todos, obispos, sacerdotes y laicos, dejen de intimidarse por las súplicas equivocadas, las producciones teatrales, las mentiras diabólicas y los errores de moda que intentan sofocar el celibato sacerdotal”, dice el texto. “Es urgente y necesario que todos, obispos, sacerdotes y laicos, echen una nueva mirada con los ojos de la fe a la Iglesia y al celibato sacerdotal que protege su misterio”.
La publicación llega pocos meses antes de que Francisco convocara a un debate la posibilidad de permitir que hombres casados sean ordenados como sacerdotes católicos, alentado por un sínodo de obispos católicos de la Amazonia que desean que los hombres casados en el área remota puedan ser ordenados sacerdotes, lo que podría conducir a un cambio histórico en la disciplina de siglos de la Iglesia.
Un documento difundido por el Vaticano el año pasado indicaba: “Si bien el celibato es un regalo para la Iglesia, ha habido solicitudes para que, en las áreas más remotas de la región, (la Iglesia) estudie la posibilidad de conferir la ordenación sacerdotal a hombres mayores, preferiblemente indígenas, respetados y aceptados por miembros de sus comunidades”.
Esos hombres “tienen dificultad para celebrar frecuentemente la eucaristía por la falta de sacerdotes (…) Por ello se pide que, en vez de dejar a las comunidades sin eucaristía, se cambien los criterios para seleccionar y preparar los ministros autorizados para celebrarla”, agregaba el texto.
La propuesta exige que los hombres casados mayores que ya son diáconos en la Iglesia, tengan una relación familiar estable y sean líderes probados en sus comunidades para ser ordenados como sacerdotes después de una formación adecuada. Esta solución a la escasez de sacerdotes, respaldada por muchos obispos sudamericanos, permitiría a los católicos en áreas aisladas asistir a misa y recibir los sacramentos más regularmente.
Francisco anunció entonces que escribiría una “exhortación apostólica” basada en el resultado del sínodo de la Amazonía pero, aunque expresó comprender la difícil situación de la región, reafirmado que el don de un sacerdocio célibe en la iglesia es una tradición y no una doctrina, y por lo tanto puede cambiar, y que podría haber razones pastorales para permitir una excepción en un lugar en particular.