Si uno le cuenta la historia a cualquier extranjero diría que en la Argentina estamos desquiciados. Porque es difícil explicar cómo por un partido de fútbol de verano, la Nación debió organizar dos operativos de seguridad distintos con presencia constante de Gendarmería y una odisea rutera que pasó por seis provincias para evitar que las barras se encuentren en algún punto del asfalto y choquen, con el inevitable saldo de heridos graves y hasta muertos, como ocurrió en 2018 cuando la barra de Boca atacó micros de hinchas de San Martín de Tucumán en la previa de un partido por Copa Argentina en Formosa.
Lo cierto es que cuando se decidió llevar el fútbol estival a San Juan, la organización decidió que Boca jugara el jueves 16 de enero y Racing, el miércoles 15. Y que San Lorenzo lo hiciera el sábado 11 y Huracán el domingo 12. Eso planteaba que cuando una barra regresaba, se encontraba en el camino con la iba a ver a su equipo. En un mundo civilizado, nada ocurriría. Como mucho, un cruce de cantitos al pasar y a seguir viaje. En la Argentina esa opción es la menos probable y el organismo de seguridad deportivo nacional que ahora maneja el arquitecto Agustín García Puga entendió que no quería correr riesgos.
De hecho, la barra de Huracán había provocado un cruce con armas con la fracción de Morón tiempo atrás cuando ambos viajaban por la misma ruta hacia San Juan por la Copa Argentina. Lo mismo pasó año y medio atrás con al de Racing cuando jugó con Sarmiento de Resistencia en San Juan, que terminó con una batalla desatada y 80 detenidos. Entonces se decidió poner manos a las obras. Y lo que se materializó, además del triunfo de Boca ante Universitario, el empate de Racing con Paranaense y las derrotas del Ciclón y el Globo fue una excursión por las rutas argentinas.
Casi 300 kilómetros y cuatro horas de más, con despliegue de fuerzas de seguridad por seis provincias para evitar que las hinchadas de Boca y Racing se cruzaran en la ruta.
Cualquier automovilista sabe que el camino desde Buenos Aires hasta la provincia cuyana es simple: autopista a Luján, ruta 7 hasta San Luis, ahí se toma la 147 hasta Ayacucho, también en la región puntana y de ahí la 20 hasta San Juan. Son 1114 kilómetros que se pueden recorrer en aproximadamente 13 horas. Pero para evitar el cruce de barras, quién iba por ese camino a la ida, a la vuelta tomó otro recorrido completamente distinto. De San Juan pasaba a Mendoza por al ruta 40, ingresando a Luján de Cuyo para empalmar con la 143, y pasar por San Rafael y General Alvear, donde se tomaba la 188 y el derrotero desde allí era pasar por San Luis, La Pampa y hasta llegar a Trenque Lauquen, donde un nuevo movimiento llevaba a los micros hacia la ruta provincial 65, hasta arribar a Junín y ahí sí la conocida ruta 7 hasta Buenos Aires. Esta movida implicó recorrer 300 kilómetros extra y unas cuatro horas de viaje más hasta llegar a las casi 20. Increíble.
Los operativos realizados de esta manera concluyeron en un éxito: cuando la barra que volvía, como la de Racing, arribaba a Junín, ya La Doce de Boca -viajó ayer en cuatro micros para ver el debut del equipo de Russo-, estaba por San Luis. Más allá del armado de este operativo, hubo que poner postas de Gendarmería y de brigadas de las seis policías provinciales por las que pasaban la caravana para garantizar que los barras no cambiaran lo establecido y para que no hicieran algo bastante habitual: bajarse en las estaciones de servicios y arrasar con los alimentos y bebidas de los locales sin pagar, obviamente. Sí, siete fuerzas distintas para controlar a los barras.
Todo este operativo no amedrentó a los jefes de cada barra brava que aunque tienen derecho de admisión: decidieron viajar e intentar ingresar al estadio. Hubo rechazos entre los violentos del tablón de San Lorenzo y Huracán, 12 se quedaron afuera de los de Racing (entre ellos su jefe Facundo Repetto) y La Doce, que viajó en pleno y mostró su telón habitual en la tribuna, también tuvo inadmitidos. De hecho, Rafael Di Zeo y Mauro Martín encabezaron la caravana pero se quedaron fuera, sin poder ingresar al estadio.
Lo que más sorprendió fue, una vez más, el despliegue de la barra de Boca al que el cambio de dirigencia no parece haberle hecho mella, al menos por ahora. Ya el día de las elecciones, en el lugar donde se desarrollaba el conteo de los votos y no en el búnker opositor, se habían acercado hacia donde estaba Jorge Amor Ameal, que llevaba la delantera en las encuestas a boca de urna previas al escrutinio final. Después de eso, hicieron su fiesta de fin de año en los quinchos del club, como para poner presión a la dirigencia que no quería recibirlos. Y este jueves, volvieron a mostrar su poder de fuego copando la popular local y avisándole al mundo del fútbol que no importe quién gobierne un club, ellos siempre dicen presente.
Fuente: Infobae