La crisis política y social chilena que arrancó en octubre de 2019 por la suba del transporte público y que más de tres meses después mantiene su fortaleza intacta en las calles, hace realidad por estos días uno de los más grandes temores del sector turístico trasandino: el desplome de los visitantes y la consecuente baja en la ocupación hotelera.
Una buena parte del centro de Santiago, desde la Moneda hacia el oriente, se transformó en una enorme galería de graffitis alusivos al estallido, el más grave desde el regreso de la democracia en 1990, que a lo largo de una veintena de cuadras despliega una explosión multicolor de consignas estampadas en las fachadas de oficinas y edificios públicos.
Cientos de personas se fotografían diariamente en la emblemática “Plaza de la dignidad”, como bautizaron los manifestantes a la aún oficialmente llamada “Plaza Italia” centro neurálgico de los cerca de 100 días en los que los chilenos exigen un cambio de rumbo en el modelo económico que -reclaman- sólo trajo inequidad y una clase media muy precarizada.
Sin embargo, la mayoría de los visitantes de la plaza no son turistas, pues esta actividad registró una caída del 21,1% en los últimos meses de 2019, según la subsecretaria de Turismo, Mónica Zalaquett, quien subrayó que el país trabaja para reimpulsar el turismo en el país, a través de la información y la promoción.
En total, en 2019 ingresaron 4.517.000 turistas al país, lejos de los 5 millones que el Gobierno esperaba recibir, según cifras del a Subsecretaría de Turismo. La ocupación hotelera se sitúa cerca de un 50%, lo que refleja una sensible baja respecto de lo que fue el verano pasado, precisa Zalaquett, que no obstante subraya que se ha reducido el número de cancelaciones ocurridas en las primeras semanas de la crisis “or lo que esperamos que las cifras mejoren, aunque difícilmente lleguen a los niveles de la temporada pasada”, agregó.