La pequeña localidad neuquina de Zapala se vio sacudida por un crimen escabroso. Orlando Jara, un hombre de 51 años, fue asesinado y decapitado por sus propios hijos luego de mantener una violenta pelea el domingo en horas de la madrugada. Como si no fuera suficiente, uno de los acusados se sacó una foto junto al cadáver y se la envió por WhatsApp a un amigo. Por el hecho fueron detenidos los dos hijos de la víctima, quienes afrontan la posibilidad de ser condenados a prisión perpetua. Infobae logró reconstruir e episodio y la historia de violencia familiar que se esconde detrás del homicidio. “Nos encontramos con una escena macabra que todavía estamos investigando. Hay varios elementos alrededor del caso”, revela el fiscal de la causa Marcelo Jofré.
Todo comenzó el domingo hacia las 4 de la mañana, cuando Jara, que trabajaba como mecánico, llegó borracho a su casa del barrio Zona II de Zapala, donde vivía con su esposa Hilda y tres de sus hijos. Le pidió a la mujer que le diera algo de comer y en el medio preguntó por los hijos. Quería saber dónde estaban, acaso sin percatarse de la hora que era. “Están durmiendo”, le contestó su pareja. Sin esperar un segundo, Jara tomó un cuchillo, subió al segundo piso de la vivienda y comenzó a amenazarlos. Decía a los gritos que quería matarlos. La súplicas de la mamá y una hija impidieron que la situación se convirtiera en ese momento en algo peor. Sin embargo, la calma duró apenas minutos.
Fuera de sí, el hombre volvió a buscar a sus dos hijos con la intención de agredirlos. No había nada que lo detuviera. Pero esta vez, los jóvenes -de 27 y 21 años- estaban preparados y lograron echar a su padre de la casa a los golpes. El mayor tomó un objeto de hierro, lo golpeó en el maxilar y lo obligó a irse del lugar. Asustada y con la certeza de que podría pasar algo más grave, Hilda llamó a la policía provincial. En el lugar se hicieron presentes efectivos de la comisaría 48, quienes, según la propia mujer, no hicieron demasiado. Apenas se limitaron a preguntarle a la esposa de Jara si quería hacer la denuncia. Como Orlando entró a la casa de un vecino en ese momento y la escalada de violencia pareció ceder, los uniformados se fueron del lugar sin sospechar si quiera que este había sido sólo el prólogo de algo mucho peor.