En medio de la mayor crisis sanitaria que atraviesa la humanidad; en el momento de mayor incertidumbre, desconcierto y desencuentro con lo esencial, lo básico y fundamental, en el sureste de San Juan, tres cóndores andinos (Waikiri, Kuntur y Sariri) luego de años de rehabilitación desplegaron sus alas, corrieron entre las piedras hacia el vacío y justo en ese delgado y finito límite entre el abajo y el arriba, se elevaron para volver a empezar.
Volver a casa
El pasado jueves se realizó la jornada, que comenzó temprano en la mañana con el traslado de las tres aves desde el Centro de Rehabilitación y Conservación para la Fauna Silvestre (Parque Faunístico de Rivadavia) hacia la zona de liberación: el dique Las Crucecitas, en la localidad de Pedernal, en Sarmiento.
Allí esperaban en silencio, expectantes, un reducido números de invitados; entre los cuales se encontraban funcionarios provinciales y municipales; técnicos de la Secretaría de Ambiente y el Parque Faunístico; medios de comunicación del departamento Sarmiento; y los miembros de la Comunidad Warpe del Territorio del Kuyum, quienes con su máxima representante, Amta Paz Argentina Quiroga (a finales de enero cumplió 82 años), celebraron la ceremonia ancestral antes de la liberación.
“Hoy siento una inmensa felicidad en mi corazón”, dijo Amta Paz Argentina Quiroga, “porque todos los que estamos aquí seremos testigos de la liberación de nuestros hermanos mayores”.
El cóndor andino, es el ave voladora más grande del mundo; cumple un rol ecológico clave en los ecosistemas naturales; y para los pueblos originarios de América latina, el hermano mayor, el nexo sagrado entre la madre tierra y el cosmos, entre la humanidad y los dioses.
La ceremonia antes de la liberación
Con la colaboración de los demás miembros de la comunidad huarpe Amta definió primero el centro, el corazón de la ceremonia; y a partir de allí, a su alrededor, comenzó a colocar en diferentes puntos los objetos consagrados: plumas, piedras, semillas, cuencos con esencias y un mortero de arcilla de la cultura kamiare (comechingón) que fue ubicado en el centro de la ceremonia.
Luego, Amta convocó al más fuerte de los elementos, a Kitek (el fuego); a los cuatro puntos sagrados; a los cuatro vientos; a la percusión como el elemento femenino de la cultura nativa; a las ñañas (las abuelas que están en otra dimensión e integran el concejo wuarpe); y al sahumo, para unir el corazón de la tierra con el corazón del sol.
“Hoy necesitábamos hacer una ceremonia sagrada, fuerte, porque estamos atravesando una de las mayores crisis totales de la humanidad”, dijo Amta a todos los presentes. “Y no solo por una cuestión sanitaria o de salud, sino porque el planeta Tierra, la Casa Grande, ha llegado a un punto en donde la disyuntiva es la vida o la muerte”, agregó. “Y así no podemos seguir. O respetamos la vida o vamos camino a la muerte”.
El mensaje de la comunidad que llevaron los cóndores al cielo, es la necesidad de una guía para saber qué hacer ante esta crisis general tan terrible.
“Yo agradezco desde lo más profundo de mi corazón a los que hoy hicieron posible todo esto”, dijo Amta. “Siento que hoy, se hizo justicia; que se ganó una batalla más a la estupidez humana, a la deshumanización, que son las principales causas de que hoy estemos acá”.
Cerca de las 11:30, la ceremonia de agradecimiento y buenos augurios para los hermanos que volvían a su casa, terminó; y mientras comenzaron a sonar los palos de agua, los instrumentos de viento y percusión, las jaulas de los cóndores se fueron abriendo una por una: primero, la de Kuntur, luego la de Waikiri y por último la de Sariri.
Después de unos minutos de observar el lugar y el entorno, la primera que se animó al vuelo fue Waikiri, luego Sariri y por último, después de varios minutos de espera, Kuntur.
“Y no es casualidad que haya sido la hembra la que primero voló”, dijo entre risas Amta.
Fuente; Diario Huarpe
Fotos: Gonzalo Medina