Ante la llamada triple crisis planetaria (cambio climático, extinción masiva y contaminación), el Día Internacional de la Madre Tierra invita a una instancia de reflexión para valorar la importancia del cuidado de nuestro planeta.
A través de la resolución 64/196 del 21 de diciembre de 2009, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) determinó que cada 22 de abril se celebraría el Día Internacional de la Madre Tierra, más conocido como el Día de la Tierra.
En su declaración, los países signatarios expresaron su preocupación por el deterioro ambiental y los impactos negativos en la naturaleza resultantes de la actividad humana, por lo cual invitaron “a hacer uso, según corresponda, del Día Internacional de la Madre Tierra para promover actividades e intercambiar opiniones y visiones sobre condiciones, experiencias y principios para una vida en armonía con la naturaleza”.
Precisamente, en el programa Armonía con la Naturaleza impulsado por la ONU, el organismo reconoce que “el agotamiento de los recursos naturales en el mundo y la rápida degradación ambiental son el resultado de patrones de consumo y producción insostenibles que han tenido consecuencias adversas tanto para la Tierra como para la salud y el bienestar general de la humanidad”.
Desde entonces, y a lo largo de 13 años, se han ido adoptando una serie de resoluciones que contemplan diferentes perspectivas para la construcción de un nuevo paradigma no antropocéntrico “en el que la base fundamental para la acción correcta e incorrecta en relación con el medio ambiente se base no solo en las preocupaciones humanas”.
¿Cómo surgió la idea de tener un Día de la Tierra?
La resolución 64/196 de la ONU tiene un claro promotor: el exsenador estadounidense Gaylord A. Nelson, reconocido por su defensa del medio ambientey por su activismo a favor del planeta durante la década de 1960. En el libro Más allá del Día de la Tierra: Cumpliendo la Promesa (Wisconsin Press, 2002), de Susan Campbell y Paul Wozniak, Nelson es descrito como el padre fundador del movimiento ambientalista moderno y creador de una de las campañas de concientización pública más exitosas e influyentes emprendidas en nombre de la administración mundial: el Día de la Tierra.
El prólogo del citado libro, a cargo del abogado y activista ambiental Robert Francis Kennedy (sobrino del expresidente Kennedy), asegura que el liderazgo de Nelson llevó a 20 millones de estadounidenses (10% de la población del país) a las calles en la mayor manifestación en la historia de los Estados Unidos. Ese 22 de abril de 1970, recuerda Kennedy, los manifestantes exigieron que los líderes políticos devolvieran al pueblo “los antiguos derechos medioambientales”. Se trató, sin dudas, de un evento sin precedentes para el país.
“En esa extraordinaria muestra de poder popular, republicanos y demócratas trabajaron juntos y aprobaron 28 leyes importantes en los diez años siguientes para proteger el aire, el agua, las especies en peligro de extinción, los humedales y el suministro de alimentos”, destacó Kennedy. Esas leyes, continúa el prólogo, se convirtieron en el modelo a seguir para más de 150 naciones que tuvieron sus propias versiones del Día de la Tierra y empezaron a invertir en su infraestructura medioambiental.
El legado de Gaylord A. Nelson
“El Día de la Tierra es una prueba dramática de una nueva y amplia preocupación nacional que atraviesa generaciones e idealismos. Puede ser el símbolo de una nueva comunicación entre jóvenes y mayores sobre nuestros valores y prioridades”, anunciaba Nelson a través de una carta enviada en 1971 a Frank Stanton, por entonces presidente de la cadena de medios CBS, sobre cómo surgió la idea del Día de la Tierra.
Más cerca en el tiempo, en 2021, se dio un hecho significativo. Durante la cumbre virtual sobre el cambio climático realizada del 22 al 23 de abril y organizada por los Estados Unidos, el presidente estadounidense Joseph Biden proclamó el Día de la Tierra 2021 y homenajeó a Nelson en su discurso, recogido posteriormente por una gacetilla de prensa divulgada por la Casa Blanca.
En ese comunicado, el mandatario estadounidense dijo: “El Día de la Tierra fue originalmente concebido y hecho realidad por un dedicado servidor público: el fallecido senador Gaylord Nelson, de Wisconsin”, sobre quien agregó: “El senador Nelson también cambió el mundo al crear un legado de protección ambiental a través del Día de la Tierra y de todos los avances generados por él, y lo hizo no porque estuviera de moda, sino porque era lo que se debía hacer por nuestros hijos y nietos”.
Hacer las paces con la naturaleza
Tanto la campaña activista de Nelson como la posterior resolución de la ONU reconocen la importancia de este día como instancia para reflexionar sobre la necesidad de replantearse y restaurar la relación entre los humanos y la naturaleza.
El secretario general de la ONU, António Guterres, fue categórico en su diagnóstico, expresado en el informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y titulado Hacer las paces con la naturaleza: Plan científico para hacer frente a las emergencias del clima, la biodiversidad y la contaminación (2021).
En el documento, Guterres afirmó que “la humanidad le ha declarado la guerra a la naturaleza, algo tan insensato como suicida”. Para Guterres, esta relación es la causa del actual sufrimiento humano, de importantes pérdidas económicas y de un aceleramiento de la erosión de la vida terrestre.
“Al reconocer a la naturaleza como una aliada indispensable, podemos desatar el ingenio humano en favor de la sostenibilidad y garantizar tanto nuestra salud y bienestar como los del planeta”, expresó el secretario general.
En el mismo informe, la Directora Ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, aseguró que la evidencia científica pone de manifiesto las presiones extremas que estamos ejerciendo sobre el planeta.
Si bien la pandemia dio lugar a una disminución temporal de las emisiones, aclara la especialista, el rumbo sigue siendo el aumento de la temperatura a, por lo menos, 3 °C en este siglo.
Asumiendo esa realidad, pero esperanzada en la búsqueda de armonía, la directora regional de América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Jacqueline Álvarez, habló con National Geographic a través de videoconferencia, e hizo un resumen de los principales problemas que enfrenta nuestro planeta a causa de la acción humana.
Un hombre busca el planeta en un plano desequilibrado. El informe publicado en 2019 por la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) advierte que la biodiversidad está disminuyendo globalmente a un ritmo sin precedentes en la historia humana y que el ritmo de extinción de especies se está acelerando, provocando graves impactos en las personas de todo el mundo.ILUSTRADO POR ANNA PARINI
¿Qué es la triple crisis planetaria?
Para ilustrar de manera concisa a qué se enfrenta la humanidad, Álvarez hizo énfasis en lo que la ciencia define como una triple crisis planetaria: cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación general.
1. El cambio climático
De acuerdo con un informe difundido en 2021 por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), la profundización del cambio climático es un hecho ya innegable.
Asimismo, el citado documento del PNUMA estima que los cambios ambientales aumentarán y se acelerarán en los próximos decenios debido a una mayor expansión de las actividades humanas y a los desajustes temporales de los sistemas de la Tierra.
También vaticina que la sociedad está lejos de alcanzar el objetivo establecido en el Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a un nivel muy inferior a los 2 °C por encima de los niveles preindustriales y de procurar contener aún más el aumento de la temperatura para mantenerlo por debajo de 1,5 °C.
Para los especialistas que redactaron el documento, el calentamiento global antropogénico (que tiene origen en la actividad humana) de más de 1 °C ya ha provocado modificaciones en las zonas climáticas, cambios en los patrones de precipitación, derretimiento de las capas de hielo y los glaciares, aceleración del aumento del nivel del mar y eventos extremos más frecuentes e intensos, lo que supone una amenaza para las personas y la naturaleza.
2. La pérdida de especies
Tal como ejemplifica Álvarez, alrededor de un millón de especies de animales y de plantas se encuentran en peligro de extinción.
“¿Estarían así sin la influencia del hombre?” De acuerdo con la especialista, “la respuesta más segura es que no, porque habría una evolución permanente y constante de esas especies de animales y de plantas”, reconoce.
En su informe de 2019, la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) fue contundente con respecto al dramático declive de la biodiversidad.
El documento, del cual participaron 145 expertos de 50 países, advierte que la biodiversidad está disminuyendo globalmente a un ritmo sin precedentes en la historia humana y que el ritmo de extinción de especies se está acelerando, provocando graves impactos en las personas de todo el mundo.
3. La contaminación
Para referirse a la polución planetaria, Álvarez hizo mención al descubrimiento, en 2017, de desechos químicos producidos por la actividad humana en el fondo del Océano Pacífico noroccidental y al sureste de las islas Marianas.
La investigación, liderada por la científica Alan Jamieson de la Universidad de Newcastle, Inglaterra, y publicada en la revista Nature, determinó que en los rincones más remotos del océano pacífico, se hallaron bifenilos policlorados (PCB, por sus siglas en inglés) y polibromodifenil éteres (PBDE), utilizados como retardantes de llama en plásticos y espumas.
“Estos contaminantes se encontraron a unos 8.000 y 10.000 metros debajo del nivel del mar. Además de microplásticos, se encontraron en esos lugares remotos restos de isótopos radiactivos”, alertó la directora regional del PNUMA.
En el informe Hacer las paces con la naturaleza se detalla que hasta 400 millones de toneladas de metales pesados, disolventes, lodos tóxicos y otros desechos industriales entran cada año en las aguas de todo el mundo, poniendo en serio riesgo la salud planetaria.
La salud de la Tierra determina la salud humana
La triple crisis planetaria, advierte Álvarez, significa un riesgo para la especie humana. Desde el año 2000, la ONU adoptó el concepto “Una Sola Salud” para referirse a la interdependencia entre todos los habitantes de esta casa común: la Tierra.
Un claro ejemplo de esta interdependencia lo aporta la directora regional del PNUMA, al indicar que la ciencia es clara al advertir, a través de diversos estudios, que el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes que afectan a humanos son de origen animal.
En ese sentido, el informe Hacer las paces con la naturaleza asegura que las enfermedades que se originan en animales salvajes y domésticos (zoonosis) suponen un peligro para la salud humana y la economía, como lo demuestra la pandemia de COVID-19.
El documento explica que los efectos humanos que pueden potenciar el riesgo a generar nuevas enfermedades zoonóticas son, entre otros, el cambio climático, el cambio y la fragmentación del uso de la tierra, la intensificación agrícola, la deforestación y el comercio legal e ilegal de especies silvestres.
Como contracara, el informe enfatiza que la clave es pensar y actuar con un enfoque que considere “Una Sola Salud” mediante el cual se reconozca que la salud humana está interconectada con la salud de los animales, las plantas y el medio ambiente compartido.
¿Qué se puede hacer para vivir en armonía con la naturaleza?
Aunque el escenario planetario parezca desalentador, la ciencia insiste en que podemos y debemos hacer cambios profundos para revertir la crisis.
“Tenemos que vivir en paz con la naturaleza y reconocer a nuestra Tierra como el medio no solamente en el que vivimos, sino al que tenemos que cuidar y proteger”, expresó Álvarez, quien destacó la efeméride como un punto de inflexión para reconocer que los ecosistemas son nuestra casa y que de no alcanzar la armonía con ellos, la supervivencia de la especie humana penderá de un hilo.
Lejos de cualquier mirada derrotista, Álvarez aconsejó dar pasos firmes y constantes para marcar la diferencia.
De ahí que el Día Internacional de la Madre Tierra sea, como dice Álvarez, una muestra de la necesidad de un cambio hacia una economía, producción y consumo más sustentables, que permitan a la humanidad vivir en armonía con la naturaleza.
Considerando que en las cadenas productivas del modelo económico actual, el consumo y la responsabilidad individual tienen un poder fundamental, la especialista enfatizó que el consumo determina las decisiones de gobiernos y empresas para transformar los sistemas económicos y financieros del presente y del futuro.
El Día de la Tierra propone recuperar la armonía con la naturaleza en un momento en el que los síntomas vitales del planeta son alarmantes y donde la diferencia para el cambio depende del verdadero cambio de los patrones de consumo de las sociedades que habitan la aldea global.