A Rafael García todos lo conocían como Belito y arrasaba con sus videos. Meses atrás, le contó su historia a Clarín en un reportaje íntimo y dejó un mensaje para los jóvenes.
A los 87 años, se apagó la vida de Rafael García, el abuelo que alcanzó su popularidad gracias a las redes sociales. Había sido internado a principios de mayo por varios problemas de salud que arrastraba hace tiempo. “Se fue muy pero muy feliz”, escribió su nieta a través de la cuenta de Twitter en la que acumulaba más de 220.000 seguidores.
Belito, como lo conocían todos en las redes sociales, no imaginaba que un simple video iba a llevarlo a la popularidad. “No sé si es un sueño o estoy borracho, ja. No puedo creer nada. Hay gente que no conozco que pasa y me saluda… No caigo”, se sinceró en una charla íntima con Clarín hace unos meses.
Fue el 28 de mayo de 2021, hace casi un año, cuando Lucía Solberg (20), su nieta, compartió una secuencia que había registrado semanas atrás. “Un día vino a visitarnos, así que propuse pedir una pizza. Y, mientras lo estaba haciendo, veía que ella me hacía caritas… ¡Me hacía reír! Lo que no sabía era que me estaba grabando“, explicó.
La idea de filmarlo no fue casual. “A mí -contó su nieta aquella vez- siempre me dio risa que él grita mucho por teléfono, como si quien está del otro lado no escuchara. Por eso, siempre que yo estaba presente al momento del llamado a la pizzería, no podía contener la risa. Eso provocaba que él, al escucharme reír, se riera también, y no pudiera terminar de explicarle a la pizzería cuál era el pedido”.
Una entrevista inédita
Primero una aclaración. Clarín entrevistó a Rafael García semanas atrás cuando, más allá de los achaques tipicos de su edad, demostró una vitalidad increíble para sus 87 años. Belito disfrutaba la fama viral que le había conseguido su nieta, una popularidad que hacía que cada “Me gusta” y cada comentario fuesen como una suerte de abrazo para él.
La idea era publicarla en el primer aniversario del video lo convirtió en un influencer octogenario, pero bien sirve a modo de homenaje a una persona que le arrancó sonrisa a cada usuario que reenviaba sus videos.
A continuación el mano a mano con Belito:
-¿Cómo reaccionó cuando se enteró que lo grabó y publicó el video?
-Le dije: “Lucía, ¿vos me estás cargando? Estás loca, me estás tomando el pelo… Por favor, borrá eso que me van a cargar“. Todavía no puedo creer todo lo que pasó.
-¿Le daba miedo al principio la exposición?
-Sí.
-¿A qué?
-A lo desconocido. Podía haber gente que a lo mejor… No que me criticara, porque tienen todo el derecho a criticarme: no soy Dios. Pero, a lo mejor, no caía bien o algún tema no les gustaba.
-¿Cómo hace para elegir los temas en un espacio donde uno está constantemente expuesto a las críticas?
-A los temas los elijo, pero trato de no herir susceptibilidades. Vale decir: cuando yo hablé sobre la guerra actual hablé del acto de guerra, nunca de los factores que provocaron la guerra. Yo condeno la violencia y la guerra en todas sus formas, ahí no estoy tomando partido. Entonces, creo que eso me facilita bastante las cosas y no choco con las susceptibilidades de la gente.
Rafael nació el 26 de diciembre de 1934 y probó varios oficios: primero fue empleado comercial y luego, durante 33 años, bancario. Empezó como auxiliar cajero y llegó a tesorero general. Se recibió de perito mercantil y se anotó en unos cuantos cursos referentes a bancos, pero no llegó a estudiar carreras de grado. Sus hijos, Patricia, Viviana y Enrique, sí se especializaron en distintas áreas.
“No tengo un título universitario, pero sí trato de estar permanentemente informado”, agrega. Y, aunque no eligió la fama, tampoco renegó cuando llegó. “No soy de estar todo el día con el celular pero, para mi ego, me fijo siempre qué comentarios hay”, confesó. Porque, con 87 años, acumulaba más de 1.800.000 de seguidores en TikTok, arriba de 110.000 en Instagram y otros 229.000 en Twitter.
-¿Sabía lo que eran las redes sociales antes de ese video?
-No, bajo ningún aspecto, ja. Fue algo que de buenas a primera me llegó. Y bueno, como hizo Hernán Cortés: quemé las naves y seguí adelante. ¿Qué iba a hacer?
-¿Cuánto entiende de ese mundo?
-La autora material, ideóloga y alma mater de todo esto es mi nieta Lucía. Yo hablo en los videos, lógico. Ella me corrige… O hacemos una prueba antes de grabarlo así sale más o menos aceptable para la gente.
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Su irrupción en el mundo virtual lo llevó a empatizar tanto que, a principios del último abril, sorprendió a todos con su presencia en la fiesta “Bresh“. “Lo armó todo -sostuvo- mi nieta, salvo lo que dije. El discurso, que en realidad no fue un discurso, fue lo que me salió de adentro en el momento. No quería incomodar tampoco. Hacía muchos años que no iba a un lugar así, ja”.
Tenía, sin embargo, dos máximas: no hablaba de política ni de religión. “De política lo único que expresé en una oportunidad es que soy amante de la democracia y la libre expresión de todas las ideas, escritas u orales”, aseguró. ¿La religión? “Voy a defender -manifiesta- todas las corrientes religiosas que tengan por virtud defender a la vida”.
-Dicen que tampoco hay que hablar de fútbol…
-(Sonríe) Soy de Boca, pero mi fuerte en estos momentos está en el Turismo Carretera o la Fórmula 1. Lo que pasa es que el fútbol me dejó de gustar porque perdió su esencia. Dejó de ser un sentimiento. Hoy, si me preguntan cómo forma Boca, no tengo idea.
-¿Cuál fue la clave que lo llevó a empatizar tanto con la gente?
-Yo interpreto, no quiero ser pedante, que al hablar más a los jóvenes llego más. Porque yo expresé que había que escucharlos, entenderlos y ayudarlos, no condenarlos. Hay chicos que vienen y me dicen: “Belito, empecé a estudiar tal cosa. Estoy estudiando inglés, estoy estudiando guitarra, piano… Estoy dando los primeros parciales…”. Eso para mí es una satisfacción.
-¿Qué siente cuando pasa eso?
-Me llena. A lo mejor esos chicos no encuentran atención en su familia o en su círculo íntimo y yo, sin darme cuenta, puedo estar siendo un vehículo para ayudarlos o para escucharlos. Escucharlos, ayudarlos quizá no. Escucharlos.
Su lucha contra las enfermedades
Belito pasó parte de su historia dándoles pelea a las enfermedades. El 2 de mayo de 2003, por ejemplo, todo cambió: se enteró de que padecía cáncer de próstata. Empezó entonces el tratamiento con rayos y, poco a poco, se fue estabilizando. Así se mantuvo hasta 2018, cuando un ACV complicó las cosas.
El historial de dramas del abuelo tiktoker no terminó ahí: el 31 de julio de 2014 le colocaron un stent. “El corazón sufre emociones, por eso tengo que tener cuidado y no excederme en los entusiasmos por las dudas que se produzca una debacle”, admitió. También, el año pasado, se contagió de Covid-19.
-¿Cuánto lo ayudan las redes a olvidarse de esos problemas?
-Evidentemente me sacan del centro de los problemas, porque yo… Viene mi nieta y me dice: “Vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro”. Y yo pienso en lo de “Bresh”, en las otras entrevistas… Entonces eso me traslada. Y acá en un parque donde puedo ver verde, flores, caminar tranquilo… El tema este de las redes y todo para mí hizo mucho bien. Mucho bien
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Su relación con las redes
Rafael cambió su itinerario cuando irrumpió en las redes. “Por lo menos dos veces al día veo el celular para leer los comentarios. A veces son tres, cuatro”, confirmó. Pero, ¿cómo generaba, por ejemplo, un tuit? “Elegimos un tema con Lucía y ella a lo mejor me dice: ‘Abuelo, esta palabra no queda bien’, ‘Redondeá la idea’, Ella aporta y yo hago un borrador. Entre los dos llegamos a un ideal”.
-¿Generó un personaje para las redes o es simplemente usted?
-Yo creo que el Belito ya está instalado, porque la gente acá no me dice Rafael o García. No: me dice Belito. “Buen día, Belito”, por ejemplo. No sólo los jóvenes, sino todos.
-¿Siente que les dejó una enseñanza a los más chicos?
-Deseo dejarles algo a los jóvenes. Que mis palabras no sean huecos, porque yo no quiero generaciones frustradas. Siempre les digo: estudien, capacítense, porque el saber es libertad, la ignorancia es esclavitud. Ese es mi fin: me preocupan los jóvenes. A lo mejor necesitan de una palabra, porque a veces no todos los padres tienen contacto con los hijos.
-¿Qué le gustaría decirles?
La pregunta, de tan simple, genera un silencio. Belito, sin quererlo, rompe en llanto. Los ojos, que ya estaban vidriosos minutos atrás, ahora se inundan. Sabe que sus “nietos virtuales”, como llama a los feligreses que día a día lo acompañan a través de las distintas plataformas, le devolvieron las sonrisas que los diagnósticos médicos le quitaron. Contener la emoción se vuelve inevitable.
Pronto, su pañuelo de tela, testigo de lujo para la ocasión, apareció en escena para limpiar sus lágrimas. “Quiero que los jóvenes sepan que los quiero mucho y deseo que triunfen, que avancen. Que se hagan gente de bien, ese es el mensaje. Quiero ver que la juventud disfrute la vida y no la malgaste“, dijo.
Esas palabras de Belito quedarán impregnadas en la memoria. Su recuerdo también.